Leyla Zamira Zúñiga Concha, dueña de Soul SPA:
Esta mujer de jóvenes 36 años sana su alma y cuerpo entre esmaltes, aceites, masajes, cortes de pelo y peinados. Con tesón y coraje encuentra esa paz interior que 5 años de violencia intrafamiliar le arrebataron, pero en estas líneas narra cómo los recupera.
SAN BERNARDO.- Cruzar el portón de Los Canelos 528, en el sector La Selva, no es visitar un lugar común, no es una casa más. En estricto rigor, es atravesar el umbral de una historia bonita, bien maquillada, con ojos vivos, fresco aroma y relajante conversa. Y es fácil entablar un diálogo con Leyla Zamira Zúñiga Concha, una mujer de jóvenes 36 años que hoy se instala en la vereda de la sanación emocional con Soul SPA, un salón de belleza integral que pinta las uñas, alisa cabelleras, masajea el cuerpo… hace desaparecer los dolores.
“Partí en febrero de 2022 después de separarme y dejar atrás una relación tóxica. Me veía hundida y con depresión por sufrir violencia intrafamiliar por 5 años producto de las drogas. Me insultaba, me ofendía, me decía que nadie me querría con 2 hijos. Me hundió. Pero debía salir adelante por mis hijos (Vicente y Aleli)”, sostiene Leyla con toda sinceridad, mismo atributo que le permitió enfrentar la adversidad.
“Al principio estuve triste, sin ánimo, no encontraba una salida, pero dije basta y me ‘levanté’. Y tomé la decisión de pedir ayuda, y llegué a la Casa de la Mujer de San Bernardo para solicitar apoyo sicológico. Y me acerqué a la municipalidad para que me ayudaran con este emprendimiento que tenía en mi cabeza, que era mi sueño de siempre porque siempre me ha gustado la belleza. Siempre me he visto con varias niñas trabajando”, agrega.
“Y empecé a capacitarme y también a recibir apoyo económico, que me permitió comprar la silla peluquera e instalarla en una bodega, la que hoy tiene piso flotante. Luego fui comprando la camilla e insumos. Recuerdo que en un escritorio hacía los alisados. Aprovecho la oportunidad de agradecer también a Prodemu. En la Casa de la Mujer hacíamos terapias grupales, donde conocí historias de otras mujeres que lo pasaban peor. Y ahí me di cuenta de que podía salir adelante”, aclara.
“A principio costó instalarme porque no tenía los medios para habilitar bien un lugar y recibir a mis clientas, el que quería fuera bonito, acogedor y cómodo. Y ahora trabajo con amigas que conocí en las terapias sicológicas y las capacitaciones. Encontré un equipo de trabajo, mujeres que vienen a trabajar con sus hijos porque no tienen con quien dejarlos. Acá todas nos apoyamos. Ellas son Marta Pérez (masajista), Natalia Contreras (alisados y botox), Belén Francisca (lifting, alisados y uñas) y Bianca Rodríguez (pestañas y uñas)”, precisa.
“Quiero un futuro como encargada de mi local y tener gente trabajando. Me gustaría ayudar a mujeres víctima de violencia, capacitarlas y ayudarlas. Y ese local debería estar en el centro de la comuna, hacia allá deseo expandirme. De hecho, en un curso Sence conocí a una ‘chica’ que hace masajes reductivos y a otras que hacen aceites y cremas, y la idea es asociarnos y que cada una desarrolle su trabajo”, puntualiza Leyla.
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