Ana Villablanca Menares, dueña de “Nativa”:
Con aguja acerada hilando vellón de lana, esta vecina del sector “Los Bajos”, de Calera de Tango, forja el presente y futuro de su familia. “Y tuve la oportunidad de emprender fuera de Chile, exponiendo mis productos en Nueva Zelandia e Inglaterra”, afirma.
CALERA DE TANGO.- En el sector de “Los Bajos” hay un pedazo de Sur, pero del Sur más puro y entrañable, de forma de oveja y la calidez de su lana. Me refiero a “Nativa”, un negocio que nace en el talento de las manos de Ana Villablanca Menares, una vecina que vio enredado su presente en 2020 y que desató a punta de agujas de acero y vellón.
Con 55 años, esta mujer tuvo en la pandemia un obstáculo que la obligó a mirar todo distinto, diferente. “Vivo con mi mamá, que es adulta mayor de 82 años. Y había que protegerla y cuidarla del contagio, por lo que tuve que dejar de trabajar como asesora del hogar, ya que no podía exponerme al contagio y luego venir a casa a verla. Era peligroso”.
La vecina caletanguina, sabiendo que generar recursos económicos dependería solo de ella, regresó en el tiempo. “Mi pasión siempre han sido las lanas. Y sabía tejer a palillo y crochet porque mi abuela Carmen me enseñó. Y siempre le tejía a mis hijos y nietos, y cuando me pregunté en qué debía emprender lo hice en tejidos. Entonces, cuando tuve pude reunir algo de dinero me compré un telar, que no sabía ocupar, pero en el lugar donde lo compré, que es TelartChile, dieron la oportunidad de aprender de manera online, y gratis, a todos quienes deseaban emprender”, sostiene Ana.
“Después tuve la oportunidad de aprender a confeccionar las esculturas en vellón agujado, e hice ‘cursos’ en redes sociales, con tutoriales. Y es una técnica muy distinta a la usada en el tejido corriente, donde se usan agujas especiales, de acero, que se fabrican solo en Inglaterra. Y el vellón, que es lana natural de oveja, lo compro en el sur, viene de allá. Y lo pido teñido porque tiene la gracia de ser hipoalergénico, es decir, si un niño toma lo toma no provoca alergias”, dice.
Respecto de su presente entre puntos “gruesos”, “arroz doble”, “trigo”, “garbanzo” y “panal”, Ana Villablanca aclara que “me ha ido muy bien, y el municipio de Calera de Tango me ha abierto las puertas para mostrar lo que hago. De hecho, tuve la oportunidad de emprender fuera de Chile, exponiendo mis productos en Nueva Zelandia e Inglaterra. Y me fue muy bien, sobre todo en el Reino Unido, donde la lana de oveja chilena es altamente valorizada por su pureza”.
En cuanto a sus ventas, explica que “las realizó a través del ‘boca en boca’, ferias locales de emprendedoras y redes sociales Facebook e Instagram. Y trabajo sola, pero mis hijos me ayudan con el reparto cuando son trabajos a pedido. También me trasladan al lugar donde estará la feria y me apoyan con las compras”.
En relación con las barreras que debió sortear para forjarse este presente, Ana Villablanca asevera que “lo que más me sorprendió fue poder exponer mi trabajo y venderlo al público, porque mi trabajo anterior era completamente diferente, no tenía contacto con otras personas. Me costó atreverme, romper ese miedo escénico”.
“Empezar algo cuesta, también cuesta mucho que a uno la conozcan y pasar de ganar un sueldo mensual fijo, que sabemos llegará al día 30, a preguntarse si uno venderá o no en el mes. Tuve que enfrentar la inseguridad económica y las dudas de que si a la gente le gustarían o no mis productos. Cuando puede mandar mis productos fuera de Chile fue el momento en que supe que había logrado salir adelante, que esta idea había resultado”, enfatiza.
Ana Villablanca teje todos los días para mantener el stock de productos o bien crear un pedido especial. “A todas les digo que se atrevan, podemos vivir del arte que tenemos en las manos e, incluso, ofrecerlo fuera de Chile”, puntualiza.
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